...de alguna manera tendré que olvidarte... tras salir de casa a las 20h y dejar una forma de vida sensata de cena y conversación, ya noche cerrada. Al paso de pueblos algunos de fiesta con coches sobre las aceras y los bares llenos, son las 23h.
Me adentro en montes que voy buscando, el foco y el silencio, percepciones no visuales de una escalada, ni el Garmin oscuro te dice nada y florecen las sensaciones y un análisis del cuerpo en carne viva, son las 2 de la mañana en el puerto de la Sia.
Los perros al sprint, los zorros, cervatillos y las estrellas, la niebla y la humedad pegada al asfalto en un puerto largo, son las 4 de la mañana y no hace frío esta noche de julio.
Trasnochan los olores de bares que cierran con la música del que barre y en el siguiente pueblo el olor a pan que empieza, son las 5 de la mañana.
Cazadores y pescadores que ocupan las estrechas carreteras, amanecer que recuerda cuando yo amanecía junto a mi padre pescando y ese olor a río de pesca que se cruza y me recuerda. Son las 6 de la mañana.
Rompiendo el sol, la gente por las aceras, periódicos nuevos y yo pidiendo de los viejos para matar el frío que rompe el día, ya las 8 de la mañana, pantano del Ebro, el mismo cuando yo venía con mi tienda en autobús de línea a pasar la noche, ahora ya de día.
Son las 9 de los que se visten de domingo para andar en bici la mañana, me desprendo de papeles, apago los focos, limpio las gafas y la comisura de mis labios, como si no hubiera pasado nada, pero sí ha pasado, un entrenamiento estable de olores, temperaturas, luces y sombras y un rendimiento que al del autobús de línea asombra.
...y nada más , a penas nada más...